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En un mundo aturdido y sofocado por la contaminación ambiental y recalentado más de la cuenta a causa del efecto serra todavía hay quien se afana en ratificar lo dicho por el Protocolo de Kyoto y quien considera que para salvar al planeta todo lo que hace falta es saltar. Sí, saltar. La cosa es así: uno elige una superficie plana (cuanto más dura, mejor), toma envión o se trepa a un árbol o a una escalera y salta. Eso es todo. Y cuando aterriza modifica la órbita terrestre, cambiando el curso de la historia. Es decir, con sólo saltar consigue lo que siglos de teología, filosofía y hermenéutica no consiguieron. Pero hay un detalle: para que una idea tan extravagante funcione hace falta que el salto lo den al menos 600 millones de personas, todas ellas residentes en el hemisferio occidental. Pero sobre todo es fundamental que el ejército de saltadores pegue el salto en el mismo instante. La bizarra teoría apareció en la web y desde allí saltó (vaya coincidencia) a los foros de discusión de todo el mundo. El sitio originario se llama World Jump Day, y el día fijado para el gran salto es el 20 de julio de 2006.
Según los estudios del profesor Hans Peter Niesward, del Departamento de Física Gravitacional de Munich, nuestro planeta podría modificar su actual órbita de rotación alrededor del sol gracias a la fuerza combinada de muchos seres humanos saltando simultáneamente. ¿El resultado?: el recalentamiento global disminuiría en el acto (en 2040 la temperatura se vería reducida en 2 grados) y podríamos gozar de más horas de sol durante el día y de un clima más homogéneo, menos sorpresivo y más estable y previsible. Condición que, sobre todo, beneficiaría al Tercer Mundo, cuyo clima es particularmente inestable e imprevisible. Así como lo leen: el profesor Hans Niesward y sus colegas estiman que para “perturbar” eficazmente la órbita terrestre hacen falta 600 millones de voluntarios saltadores. Este científico suministra como ejemplos los movimientos sísmicos declarados durante el impacto del cometa Joulios el 21 de marzo de 2001 y el efecto registrado por el sismógrafo durante la final del Campeonato Mundial de Fútbol de 2002, cuando el público presente festejó con saltos y ruidos desmesurados.
Conectándose a World Jump Day y seleccionando la ciudad de residencia del menú desplegable se puede saber con exactitud de segundos a qué hora del 20 de julio de 2006 se deberá efectuar el gran salto para estar en simultaneidad con el resto del mundo saltarín. Para quien vive en Buenos Aires, por ejemplo, el momento exacto está fijado para las 8:39:13. Dejando el email el voluntario verá de inmediato un mensaje que reza: “Thank you for making the world a better place!”, y recibirá un día antes del acontecimiento un reminder que le recordará que el gran día del gran salto ha llegado.
¿Es una estupidez o el asunto tiene algún fundamento científico?
Y aunque Snopes.com, el sitio más calificado en la recopilación de leyendas urbanas de la web, no parece dar muestras de haber registrado el asunto todavía, el excepticismo es grande. (Aquí otro sitio, The AFU & Urban Legends Archive, donde oportunamente se analizó lo que ocurriría si tuviera lugar el “jumping chinese”, todos los chinos de la China saltando en el mismo momento.) El tema es que desde el comienzo el asunto es imposible: ¿saltar todos en el mismo preciso instante? Supongamos que algo así fuese posible. La masa de la Tierra generalmente aceptada por los científicos es de 5.95×1024 Kilogramos. Para quien se lleva mal con las potencias, la masa equivale aproximadamente a 6.093 trillones de toneladas. Seiscientos millones de personas, con un peso promedio de 80 kilos, sumarían 48 millones de toneladas. Haciendo un par de cuentas lo que resulta es que la relación entre estos dos valores es de 1/125.000.000.000.000.
Traducción: la masa de los saltadores, si no perdí algún cero por el camino, es aproximadamente 125 billones de veces más pequeña que la de la Tierra. Proporcionalmente, los saltadores tendrían la misma esperanza de mover el planeta que la que tendría una hormiga de arrastrar una docena de trenes atados entre sí. Pero vamos, seamos optimistas y supongamos que algo así fuese posible: efectivamente la órbita de la Tierra podría verse desplazada hacia abajo, pero sólo en el instante del salto; inmediatamente después volvería a su posición original. La única posibilidad es que durante el salto el cambio de la Tierra respecto a su órbita sea tal que el efecto débil de los demás planetas del sistema solar vuelva irreversible una vuelta a su posición inicial. Este sería el único caso en que la órbita del planeta Tierra podría verse alterada. Pero evaluar un efecto de este tipo significa afrontar cálculos de una complejidad asombrosa.
Vamos, profesor Niesward, saltar para salvar al mundo es una receta poco convincente. O mejor dicho, es una pelotudez grandiosa.
Texto realizado por Guillermo Piro, que lo ha explicado de una manera inmejorable