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Un nuevo estudio ha encontrado que el olor del metal de las monetas es irónicamente un tipo de odor del propio cuerpo humano, creado por los aceites de nuestra propia piel cuando entran en contacto con ciertos elementos metálicos.
«Que estemos oliendo el metal es en realidad una ilusión», como dice un miembro del equipo de dicha investigación, de la Universidad de Leipzig, en Alemania.
Los científicos creen que funciona de esta manera: cuando tocamos objetos hechos de hierro, la transpiración de nuestra piel hace que los átomos de hierro ganen electrones. La doble negatividad de estos átomos reaccionan con el aceite de la piel, causando que se descompongan.
Como la sangre contiene también hierro, es esa sangre cercana a la piel la que produce ese olor multiplicado de alguna forma por la reacción anterior. Así que no olemos el hierro de las monedas sino el hierro de nuestra propia sangre que ha reaccionado en nuestra piel.
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