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He leido en Diario de un demente una serie de hechos con los que me he sentido totalmente identificado cuando trabajaba de esta guisa y me he reido un rato. Para los que habéis trabajado de camarero, o incluso, para los que salis por ahí y estáis fuera de la barra, siempre viene bien saber cómo se sienten los camareros:
– El bar es un lugar de trabajo y el negocio del dueño, seguramente su medio de vida. No está ahí porque le apetece.
– Estoy trabajando, no me gusta que me toquen los huevos en demasía. Una broma, dos bromas… guay, te las devolveré… pero no te pongas pesado. Tú estás de marcha, yo no.
– Si algo te parece caro, no vuelvas y punto. El dueño del bar paga local, bebidas, música, agua, electricidad, aire acondicionado, calefacción, limpieza, camareros…
– No me llamo “Co”, ni “Eu”, ni me siento aludido ante un silbido. Con un “Camarero”, “Por favor” o un alzamiento de mano, sobra.
– Espera tu turno, te he visto que estás esperando y serás el siguiente. No te pongas cerdo ni me pidas a grito alzado mientras estoy sirviendo a otro cliente. Seguramente sólo conseguirás que me salte tu turno.
– Cuando vaya a atenderte no me digas “Espera que pregunto a ver qué quieren mis amigos” y mucho menos si llevas un buen rato llamándome como a un perro.
– No seas tan cabrón de irte sin pagar. No es mi dinero y por eso me sabe tan malo. Además me acordaré de ti. Tenemos esa facultad.
– No me critiques ni a mí ni al bar cuando estés cerca de la barra, desde dentro se oye todo. Un efecto acústico que nunca comprenderé pero que ahí está.
– Si te digo que son 28,30 euros no me digas que 28 y en paz. Eso queda muy ruin, en todo caso te lo diré yo. Y por supuesto, el que te bebas una ronda no te da derecho a que la siguiente sea gratis, en todo caso te lo diré yo.
– Cuando me pidas, mírame a la cara, soy igual que tú. Además, con la música tan alta, es difícil entender a alguien que no apunta su voz hacia mi oreja.
– Un gracias y/o un por favor no es obligatorio, sólo es educación. Yo siempre te lo diré, pero si tú también lo haces, siempre te lo agradeceré.
– Si salgo a recoger vasos y el bar está hasta los huevos y oyes un “perdona”, te das la vuelta y me ves con 6 vasos en cada mano… es un detalle, creeme, que te apartes un pelín.
– Si el bar está hasta los huevos y me pides seis cubatas… no pretendas que media hora después cuando te vuelva a servir, diciéndome “lo mismo de antes” me acuerde de lo que era. Vuélvemelo a repetir, la saliva es gratis.
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