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Según explica dicho instituto en un extenso comunicado, los cerebros de ratones alterados genéticamente fueron capaces de procesar de manera eficiente la información sensorial que provenía de fotorreceptores nuevos de sus ojos. Gracias a ellos, los animales pudieron distinguir entre diversas luces de colores para capturar una gota de leche de soja que sólo salía de un dispensador colocado en una de estas luces.
Los ratones, como la mayoría de los mamíferos exceptuando los primates, sólo perciben una gama de colores limitada, al igual que lo hacen las personas que padecen acromatopsia, enfermedad genética y congénita ligada en humanos al cromosoma X y que impide distinguir más colores que el blanco y el negro.
La inserción de un solo cromosoma humano en los cromosomas de los roedores del experimento cambió en ellos la percepción visual, permitiendo que distinguieran otros colores.
Esta transformación fue constatada en una serie de pruebas de visión del color, diseñadas para demostrar que los animales distinguían un espectro más amplio de ondas de luz. Los resultados señalan que el cerebro de los mamíferos posee una flexibilidad que permite una mejora casi instantánea en la complejidad de la visión de los colores, afirman en dicho comunicado los autores del estudio, Gerald Jacobs y Jeremy Nathans.
La evolución de la visión de los colores ha sido un tema de estudio intensivo durante más de tres décadas. Esta nueva investigación es la más definitiva hasta el momento en aclarar los primeros pasos que llevaron a la aparición de la tricromacia: variedad de visión de los colores que se encuentra hoy en la mayoría de los primates, incluidos los seres humanos.
Según Nathans, “lo que estamos observando en estos ratones es el mismo evento evolutivo que sucedió en uno de los ancestros distantes de todos los primates y que en última instancia llevó a la visión de color tricromática que ahora disfrutamos”.