Dicen que la publicidad, aunque sea mala, sigue siendo publicidad. Probablemente esta creencia data de años atrás, cuando no existían los medios y difusión de la información que existe ahora, donde lo malo se difuminaba en nuestra memoria y, al menos, quedaba el nombre de una marca, de un concepto, de un producto. Pero Internet tiene memoria, y hemos aprendido con la red a valernos por nosotros mismos y ser fiel al famoso eslogan de los 80: “busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo”.
Otras empresas aluden a que no somos tontos para intentar convencernos de sus productos, pero fieles a nuestras investigaciones previas y a la cantidad de información que leemos por la red, no nos dejamos engañar fácilmente, al menos ahora, menos que antes.
Fréderic Beigbeder escribe en su libro “13,99€” una visión real del consumismo desde el lado de un publicista, y que podría bautizarse como el motivo por el que este blog se ha creado:
Todo es provisional y todo se compara. El hombre es un producto como cualquier otro, con fecha de caducidad. Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el PhotoShop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el che de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.
Me paso la vida contándoos mentiras y me lo pagan con creces. Vuestro deseo es el resultado de una inversión cuyo importe está cifrado en miles de millones de euros. Soy yo quien decide hoy lo que os gustará mañana. Para someter la humanidad a la esclavitud, la publicidad ha elegido la discreción, la agilidad, la persuasión. Todo está permitido, nadie te echa una bronca si alborotas el gallinero. El sistema ha alcanzado su objetivo: incluso la desobediencia se ha convertido en una forma de obediencia.
Y he aquí el anuncio-parodia:
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