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Tocando el presente, viendo el pasado

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Tras ver la imagen de hoy de Observatorio en donde se muestra un choque de dos galaxias que se encuentran a 450 millones de años luz, me viene a la cabeza la idea de que estamos viendo continuamente el pasado.

Con el ejemplo de dichas galaxias, la luz que nos llega ahora mismo a la Tierra, es aquella que salió de esa parte del Universo hace 450 millones de años, con lo que el beso cósmico que vemos en la foto puede ser que haya concluido y estén ya bastante revueltas las dos.

Dado que la luz tiene una velocidad finita (300.000 km/s), todo lo que vemos, desde esa galaxia en los confines del Universo hasta la propia pantalla del ordenador que tienes delante, es fruto del pasado. La luz que sale de todos los objetos tarda un tiempo en viajar. Con las galaxias se ve bastante claro pero pongamos otros ejemplos más cercanos.

Por ejemplo, la luz del Sol tarda 8 minutos en llegar a la Tierra, y la de la Luna 1 segundo aproximadamente. Esto quiere decir, que si el Sol explotara (que no pase), no nos enteraríamos hasta 8 minutos después.

Con otros objetos más cercanos los tiempos son mucho menores pero aun así existen. Por ejemplo, el Moncayo que veo desde mi ventana a 70 kilómetros de distancia, está a 0.00023 segundos luz, es decir, que la luz tarda 0.00023 segundos en recorrer esa distancia, y con la pantalla del ordenador a una media de medio metro, la luz tarda 1.6 × 10-9 segundos. Es poco tiempo, pero es algo.

Así que técnicamente podemos decir que siempre estamos viendo el pasado. Peor aún lo tiene el sonido, mucho más lento que la luz, ya que viaja a unos 300 metros por segundo. Todos hemos visto un rayo en una tormenta, y haber tenido que esperar 2 o 3 segundos a escuchar el trueno. En ámbitos mucho más cercanos tampoco son tan pequeñas las distancias.

Por ejemplo, si un coche nos toca el claxon por evitar un atropeyo, y este coche se encuentra a unos 20 metros, el sonido tarda en llegar 0.06 segundos, a lo que hay que sumar el tiempo de entrada de dichos datos auditivos en el cerebro y la capacidad de reacción de cada uno, que afortunadamente, suele ser suficiente para alertarnos.

Volviendo al principio, seguiré observando cada día el pasado astronómico que nos brinda el cielo… ya que en la Tierra, podemos vivir bien con dicho retraso.

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