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10 cosas para arruinar tu carrera profesional

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  1. Conoce que es lo que se espera de ti: recuerda cual es tu trabajo… y para quien trabajas. Ni se trata de decir a todo que sí como un autómata, ni de ser un Pepito Grillo. Parece mentira, pero un consejo tan sencillo suele ser muy frecuentemente olvidado.
  2. El dinero no lo es todo: habría que apostillar «para el que lo tiene». Pero es cierto que resulta desagradable tener que compartir 8 horas al día con alguien que constantemente psicoanaliza su nómina.
  3. La sobreexposición a «radio-macuto» puede ser perjudicial para la salud: como en todo, existen grados ¿verdad? Una cosa es el cotilleo sin ofender a nadie y otra que parezca que sabes tanto (y de tantos) que es imposible que le dediques a tu trabajo la atención que merece.
  4. Los plazos son los plazos: quien no haya incumplido un plazo que tire la primera piedra, pero hay que tener en cuenta qué es lo que se incumple, y la situación en la que se queda no solamente el incumplidor, sino el jefe (que ya no podrá apuntarse el tanto con su propio jefe), o el usuario (que tendrá que preparar una operativa alternativa). Al hilo de esto, aunque no está en el artículo de Forbes, recuerdo de un libro de Tom Peters un consejo que me ha venido bien en varias ocasiones, y es que el trabajo debería estar más orientado al prototipo que al procedimiento. De esta manera, si el destinatario de nuestro trabajo es capaz de comenzar a trabajar con un prototipo a mediados del proyecto, tendrá mejor predisposición a comprender un retraso, y podrá estar mejor preparado para definir una operativa de contingencia que le cubra hasta que la solución definitiva esté disponible.
  5. Conserva la «etiqueta cubicular»: en las oficinas de hoy en día no existe el espacio privado. Si te comportas con un exceso de comodidad, si tus conversaciones o llamadas telefónicas adquieren un volumen elevado, o si la decoración de tus paredes refleja gustos «poco convencionales», es fácil que quienes están a tu alrededor se sientan incómodos. Y no aporta tanto a nuestra motivación el satisfacer nuestro propio gusto como desmotiva el tener que aguantar las salidas de tono del vecino de mesa. Esto por no hablar de quien se quita los zapatos, quema palitos de incienso, excesos de perfumes, carencias de higiene…
  6. El correo electrónico de la empresa es de la empresa: frase que podría ser firmada por el mismísimo Perogrullo ¿no es cierto? Y sin embargo, cuando envías algún mensaje personal ¿te planteas la posibilidad de que un día veas tu correo impreso encima de la mesa del director de recursos humanos? Pues eso. Que con lo fácil que es tener una cuenta de correo personal, tampoco merece la pena arriesgarse con jueguecitos en el correo de la empresa.
  7. El hombre es un animal social: esto puede entenderse de mil formas. Desde el que no vive si no se organizan una cañas todas las semanas con todo el departamento, hasta el que la simple compartición del aire que se respira con sus compañeros le parece un exceso de confianza. Sea cual sea el grado intermedio en el que nos encontramos, no olvidemos que, además de nuestros compañeros inmediatos, en nuestra oficina trabajan muchas personas que nos prestan a todos, a cada uno, un servicio fundamental, y que agradecen un «buenos días», un «por favor» o un «gracias»: los guardas de seguridad, personal de limpieza, mantenimiento o correo. Cuesta poco, marca la diferencia y nuestras madres se sentirán orgullosas.
  8. El Ego, ese reverso tenebroso: seguro que cada uno de nosotros sabe mucho de algo, pero eso nos debe llevar a reconocer que no lo sabemos todo, y no hay nada mejor que escuchar respetuosamente la opinión de quienes tenemos alrededor.
  9. Deja el medallero para las olimpiadas: a mi me gusta mucho la frase que dice «El éxito tiene mil padres pero la derrota es huérfana». No hay nada más decepcionante que ver como alguien sin mérito alguno recibe las medallas del trabajo de los demás. Seguro que disfruta. Pero también es seguro que nadie quiere volver a contar con él.
  10. El amor y la oficina no son buenos compañeros de viaje: vaya por delante que conozco varios casos de parejas que surgieron en el trabajo y ahora son felices (ignoro si comen perdices). Pero en esos casos es bueno que se separen del mismo departamento. ¿Por qué? porque si las cosas van bien, es fenomenal, pero si las cosas no salen bien… bueno, bastante tensión suele generar el trabajo por sí solo como para que se mezcle con el tortuoso mundo de los celos, las infidelidades y las deudas por pagar.
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