Se trata de un forjado de clavos de unos 20 centímetros, que dan estructura a la silla como tal, y luego revestido todo de un plástico gordo semiduro. La sensación cuando te vas a sentar en un silla de clavos es bastante angustiante, aunque luego te acabas olvidando de donde estás sentado.
Aun así, si la silla se rompe en dos y caes al suelo, no me quiero imaginar el pincho moruno que te pueden hacer alguno de los 50 clavos que la componen.