La primera vez que vi las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo, en mi vida era (lógicamente) 11 de agosto, por la noche, y fué en la montaña, en el Pirineo aragonés, exactamente tumbado fuera de una tienda de campaña cerca de El Pueyo de Jaca, un pueblecito con tan poco contaminación luminosa que hacía que el cielo montañero pareciera de película, de los cielos más preciosos que he visto jamás. Cada estrella ...