[su_wiloke_sc_company_website]Si quieres conocer a fondo la peculiar isla de Madeira, una vez que hayas visitado Funchal -su capital y primera parada obligatoria-, lo más recomendable es adentrarse en los espectaculares paisajes que Madeira encierra en su reducida pero tremendamente rica extensión geográfica. Para ello, es recomendable el alquiler de un coche (al menos durante 3 días), con el que puedes ir muy rápidamente de punto a punto de la isla, aunque eso sí, despacito para no perderte las increíbles vistas que merece ya no sólo el escarpado exterior, sino las variedades topográficas de bosque, monte volcánico y valles que pueblan su interior.
Circunvalando la isla hay una una carretera conocida como Via Rápida (la única autovía de toda la isla) que permite llegar desde casi cualquier punto a otro fácilmente. No rodea la isla completamente, pero completa un 75% de la circunvalación, y tampoco es mucho problema, ya que el resto de carreteras no son nada malas, y es mejor no ir muy rápido para, como se comenta anteriormente, no perderse detalle.
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Casi no hay punto que destacar si diéramos una vuelta alrededor de la isla (en dirección contraria a las agujas del reloj), pero si hay que elegir algunos sitios en nuestra vuelta virtual, empezaríamos por el propio aeropuerto de Funchal (si no te fijaste al aterrizar). Desde la propia vía rápida (y no muy rápido) echa un ojo a la impresionante obra arquitectónica del aeropuerto, una grandísima y espectacular plataforma acoplada a la irregular orografía de la costa sujeta por un «bosque» de columnas de hormigón.
Siguiendo hacia el este, entre las maravillas de la isla cabe destacar el Cabo de San Lorenzo, la parte más oriental de la misma, muy cerca de Funchal (a menos de 20 minutos) y donde ver un sin fin de mini isletas que dibujan el final del pequeño archipiélago atlántico, lleno de calas y grutas por debajo de las mini-mesetas muy aptas para hacer rutas ligeras de senderismo y ver cantidad de lagartijas y otros reptiles que inundan la isla.
Si seguimos por el norte, descubrimos otro tipo de paisaje radicalmente distinto, como la localidad de Santana, en donde ver las típicas casas de la isla y un estilo de vida que probablemente no ha cambiado en décadas, lo que lo hace mucho más acogedor e interesante. Cabe decir que este tipo de lugares, de los que cada vez quedan menos por el mundo, guardan el encanto y bellezas de siempre.
Volviendo a la capital por el centro de la isla nos adentramos en un paisaje de alta montaña, a lo gran parque natural, alejándonos de la sensación de costa en todos los sentidos, con pobladas zonas de inmensos pinos y serpenteadas carreteras que nos pueden llevar a Pico do Arreiro, la elevación más alta de la isla (con más de 1.800 metros). En su cima, por encima de las nubes, ves alguno de los otros picos de la isla, y entre sus claros, puedes distinguir toda la extensión de la isla. Un paraje seco, rocoso, dentado, pero muy apto para las rutas de senderismo de todos los niveles.
En apenas 45 minutos puedes descender de nuevo en el punto más bajo de la isla, a pie de mar, lo que hace de esta isla revelarse como lo que efectivamente es, la punta de una montaña que yace en el lecho del océano, una isla para perderse unos días y recordar que todavía hay parajes vírgenes que combinan de una forma espectacular la belleza montañosa con el encanto del mar.